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16 Enero 2009 

El picapedrero

Durante la época en que se construía la Gran Muralla, vivió un pobre diablo que trabajaba como picapedrero. Chen Ting-Hua, éste era su nombre, pasaba los días renegando de su existencia, con enormes pesares y amarguras. No había noche que antes de dormirse no pidiese a los dioses el poder cambiar su suerte.

Cierta noche, cuando apenas se había quedado dormido, una gran luz inundó la estancia y una imagen gigantesca se le apareció.

— ¿Eres tú Chen Ting-Hua? –preguntó la aparición.

— Yo soy, humilde siervo y picapedrero –respondió Chen.

— He oído tus pensamientos –dijo la imagen-, ¿de qué te quejas?

— Señor… ¡de mi adversa suerte! –contestó-. No soy feliz, con mi pobre sueldo apenas puedo tener una choza donde malvivir y apenas puedo permitirme el lujo de tomar una taza de té. Mientras que otros…

— ¿Y qué deseas ser… dime? –dijo la aparición.

— Un gran Mandarín –contestó Chen-, ellos viven bien y tienen cuanto desean… Pero, perdonad mi osadía gran señor… ¿quién sois vos y cómo podéis ayudarme?

— Soy el dios de la ambición –respondió-, y he venido hasta aquí para resolver tus problemas. Quedarás pues convertido en un gran Mandarín. Al instante, Chen se vio rodeado y atendido por gráciles y bellas doncellas y fornidos eunucos. Vestía hermosos ropajes de seda y poseía un gran palacio.

Al día siguiente, Chen salió a dar un paseo por los jardines de su fastuoso palacio. La mañana era maravillosa y el sol lucía en todo su esplendor. Al ver el Sol, Chen pensó: ¡Cómo molesta el Sol!, ¡me abrasa y nada puedo hacer!, ¡quién fuese como él! De pronto se oyó una voz que dijo:

— Ya que ese es tu deseo… ¡conviértete en Sol!

Y así, Chen se convirtió en el Astro Rey del día. Vagaba por el cielo dominándolo con su luz radiante, esplendoroso… Pero una tarde, una densa y plomiza nube se interpuso en su camino, impidiendo que los rayos del sol pasasen a través de ella. Esto irritó enormemente al antiguo picapedrero que pensó: ¿Cómo una indigna nubecilla osa ponerse en mi camino? ¡Quién fuera nube! Y en menos tiempo del que se tarda en decirlo, Chen se transformó en una enorme y negra nube, la cual con un tremendo trueno se descargó en forma de lluvia torrencial cayendo con enorme violencia sobre la tierra y estrellándose contra las rocas. Chen se asustó tanto al chocar que deseó ser como las rocas. Y al instante se convirtió en una de ellas.

Aquello era otra cosa –pensó- ahora se sentía duro y fuerte, podía resistir, la lluvia, el viento, la fuerza de los elementos… Mas de pronto, sintió unos terribles golpes y vio a un hombre que con un pico estaba picando piedras. Un grito surgió de su garganta:

— ¡¡Quiero ser picapedrero!! –y al abrir los ojos vio que todo había sido un sueño.

Desde aquel día Chen Ting-Hua no volvió jamás a quejarse de su suerte, ni a desear ser como los otros.

31 Diciembre 2007

NO DEJES DE CREER...

Sucedió no hace mucho, en el terreno periférico de Gama Leste, en Brasilia. Al caer la tarde, se llenaba aquel lugar de niños bulliciosos que vivían en la calle.
 
Me senté al borde de la acera. Ellos estaban, cerca de mi y me miraban con curiosidad. Un cachorrito de perro nos observaba a una distancia prudente mientras se rascaba las pulgas. Mire al perro y le silbé para que viniera a mi. Pero por más que lo llamaba no habia manera. Uno de los niños se sentó a mi lado.
 
- ¿Quieres que haga magia?
 
De inmediato le conteste que si. Sacó de una de sus raidos bolsillos, un pañuelo. Lo abrió y apareció una pequeña piedra de cal.
 
- Es una piedra magica. Solo tienes que saber dibujar.
 
Dibujó un hueso en el suelo y silbó al perro. Para mi asombro, el cachorro movió la cola y vino hasta nosotros.
 
- Para hacer magia se necesita saber que es lo que necesitan los otros. Si se lo das o le ayudas a conseguirlo, la magia aparece. 

Él siguió jugando con sus compañeros.
 
En otra ocasión, los vi a todos tristes y tirados en la estación de autobuses. Un compañero suyo habia desaparecido. El chico de la magia dibujó con la tiza un montón de cuadraditos en el suelo. De inmediato, algunos con las lágrimas en los ojos, se pusieron a jugar. Así es el poder de la magia.
 
Me acerque al chico de la tiza y le dije:
 
- Te compro un trozo de tiza mágica. - Partió un pequeño pedacito y me la dió.
- La magia no se vende. Me contestó
- La magia existe y se da. Solo hay que saber dibujar.
 
Desde entonces busco dibujantes que pinten un nuevo mundo. Yo lo intento todas las noches pero no sucede, el mundo no se transforma. He descubierto cual es la causa. Desde luego, no es que la tiza no sea mágica, es que yo soy un mal dibujante.

"Cuentos Resumidos" de J.V Baroia Magaz

No dejes de creer, no pierdas la ilusión... soñando, creyendo, pensando, escribiendo..."haciendo magia", algo puedes cambiar...

Publicado por: Eduardo Sánchez Laguna

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